Memorias del acoso

Es un trabajo en proceso. Es la necesidad de pasar horas dibujando a un extraño que le tomó un instante acosarme. Memorias retoma la experiencia de ser mujer en el espacio público. Es saber que la calle no te pertenece porque un payaso de crucero te recorre con la mirada y al llegar al otro extremo de la calle, un "Se busca" te recuerda que tú también puedes ser ella.
Ella, ellas, que se convierten en anuncios del mobiliario callejero, tantos que se anulan a sí mismas. Memorias es la pulsión por humanizarlas, saber que a una le gustaba Mickey Mouse y a otra el verde militar. Es recoger las obscenidades callejeras para castigarlas a cuenta propia, que no carcoma el coraje. Es resistirse a cargar con la vergüenza, a normalizar. El dibujo, el bordado, la foto instantánea, la acuarela, todo dentro del espacio doméstico. El espacio históricamente impuesto, refugio para esta empleada de horario fijo con intereses artísticos, confinada. Memorias del acoso es la experiencia de saber que allá afuera, tampoco es un espacio natural para las mujeres.